[Parte1] Capítulo 2: Jeremy

Estaba siendo un día harto aburrido. El entusiasmo que sentía en el primer día se había esfumado por completo y ya solo quedaba el eterno aburrimiento de la rutina. No había nada que yo odiara más que el aburrimiento, y desgraciadamente me solía acompañar bastante a menudo. Había tenido clases de química, lengua y matemáticas, y los profesores eran los mismos que los del año pasado. Me adoraban. Todo era demasiado fácil. Dudaba siquiera que una sola gota de sudor se escurriera por mi frente en la época de examenes, aunque todo el mundo fuera a volverse loco –realmente era divertido ver a la gente en aquella epoca, especialmente la gente torpe que se choca con las cosas cuando va nerviosa. Son blancos fáciles-. En aquel momento lamentaba que no fuera época de examenes, pues por lo menos habria algo diferente, pero no. Todo era asquerosamente aburrido. Removía el vomitivo pure de.. ¿patata? Mientras Al y Rob hablaban del tema que yo menos soportaba: Ashley.
- Joder, es que lo de esa tía es increíble- decía Al entusiasmado- Cada año que pasa está más buena.
- Ya lo creo- asintió Rob mientras hablaba con la boca llena de puré de patata (un gesto que en mi casa me habría costado un buen bofetón de mi madre)- Si la pillara...
Y los dos echaron a reír a carcajadas. Bufé exasperado. No fue una buena idea, los dos se giraron hacia mí.
- Oye, Jeremy- dijo Al a punto de preguntar en voz alta lo que todos se debían andar preguntando en silencio- Tú y ella... ya sabes...
- ¿Por qué coño no te la has tirado aun?- remató Rob ansioso.
Dudé unos segundos hasta qué punto podría sincerarme con mis amigos. Podría empezar a despotricar sobre Ashley bien a gusto, pero escupirles aquella bola de pelo como hacían los gatos podría hacer que me atragantara.
- Y yo que sé- mentí al fin. Lo sabía perfectamente. Ellos se miraron.
- Vamos, Jeremy. Está claro que a ella le vas. Bueno, quiero decir que, si lo intentaras... bueno, está claro que no diría que no.- dijo Al como tratando de animarme. Casi me da la risa. ¡Como si no lo supiera! Ashley se estaba empezando a convertir en mi sombra. De hecho, el único motivo por el que no estaba allí cerca era por sus estúpidos desórdenes alimenticios, que la impedían comer en público (y dudaba que comiera algo en privado).
- Gracias Al- dije con una sonrisa de cortesía- Puede que lo intente algún día de estos. Ahora si me disculpáis, voy a ver si consigo que me den otra cosa que no sea esta puta bazofia.
Me levanté profundamente malhumorado. Ese empeño que había por que me liara con esa estúpida niñata me sacaba de quicio. Respiré hondo un par de veces y me acerqué a Doris, la cocinera, con la mejor de mis sonrisas, a punto para encandilarla.
- Buenas noches, Doris- dije con alegría- ¿qué tal está?
- Oh, ¡hola Jeremy! Ya te echábamos de menos. ¿Cómo ha ido el primer día?
- Bueno, algo aburrido, a decir verdad- no pude evitar ser sincero- Pero confío en que las cosas se pondrán mejor conforme avance el semestre.
- Estoy segura. ¿Querías algo, hijo?
Me incliné lentamente sobre el mostrador y le susurré en tono de complicidad
- Bueno, me preguntaba si no tendrá por ahí algo de... ya sabe... su comida especial- y le guiñé un ojo para acabar de convencerla, aunque no era necesario.
- Claro que si- dijo ella sonriendo. -Espera un momento.
No tardó mucho en volver con un trozo de pastel de carne casero, que olía de maravilla. Mi estómago rugió contento mientras yo cogía el plato.
- Aquí tienes. ¡Que no se enfríe!
- ¡Muchísimas gracias, Doris! Usted es sin duda la mejor cocinera que conozco, sus platos no tienen parangón con la comida que sirven aquí-dije sin exagerar un ápice- deberían dejarla cocinar solo a usted- susurré.
- Oh, Jeremy, no digas tonterías- dijo ella con una risita y sonrojándose.
- Bueno, bien es cierto que tendría usted demasiado trabajo- dije- Bueno, me voy a comer esto ahora mismo. ¡Gracias Doris!
Tenía muchísima hambre, no deseaba nada más que sentarme de inmediato y ponerme a devorar mi comida. De pronto, algo interrumpe mis primeros momentos de felicidad plena en todo el día. Ese algo Tiene nombre, apellidos, y una estatura que haría sonrojarse al mismísimo Chicho Terremoto. Se choca contra mí y, antes de que pueda hacer algo para evitarlo, mi preciado pastel de carne cae al suelo entre miles de trozos de plato roto. Me entran ganas de llorar al ver mi cena desperdiciada así. Dirijo una mirada de furia al culpable
—¿Qué coño haces? Podrías mirar por dónde vas, ¿no?- digo con un rugido
-Lo siento, no te había visto...-balbucea el imbécil por toda respuesta. Mi cena. Lo mataría. No es suficiente excusa para mí
-¿Lo sientes? ¡Que lo sientas no va a recoger toda esta mierda!
-¿Qué quieres que haga sino? - contesta el niñato. Evidentemente no se da cuenta de la gravedad de la situación. Lo agarro del cuello del uniforme que le sobra con holgura y lo levanto del suelo con más facilidad de la que imaginaba.
- Te diré algo, pequeñín - hago especial énfasis en ésta última palabra - Acabas de arruinar mi cena, así que créeme cuando te digo que el que más lo siente soy yo.
- ¡Déjame en paz! - dice él tratando de salvar su orgullo y intentando zafarse de mí. Tiene suerte de que mucha gente se haya retirado ya y queden muy pocas personas en el comedor. Me percato de que su mano izquierda está sangrando y le compadezco un poco, así que le suelto. Además, no quiero que manche mi uniforme.
- Será mejor que desaparezcas de mi vista. ¡Ahora!- digo aun furioso ante la perspectiva de recoger todo el desastre y encima haberme quedado sin cena. Aun estoy tentado de partirle la cara cuando me contesta
- ¡Será un gran placer!- y me mira con odio, como amenazándome. Sin embargo no tarda en huir de mí. Hace muy bien.
Me agacho para recoger los trozos de plato y mis amigos se acercan algo desconcertados.
- Jeremy, ¿qué coño ha pasado aquí, tío?- dice Robert
- El escocés ese, que no le enseñaron a caminar en parvulitos- digo con rencor mientras recojo el pastel de carne del suelo. Al y Rob se ríen y lo agradezco, pero no basta para ponerme de buen humor. De pronto Doris se acerca. Al parecer ha oído el estrépito desde la cocina.
-Dios mío, Jeremy ¿Qué ha pasado aquí?-dice preocupada. Me ruborizo ligeramente. Me da algo de vergüenza que vea su comida tirada por el suelo.
- Yo,... lo siento Doris- digo disculpándome aunque no tengo la culpa de nada- He tenido un accidente, un chico ha chocado conmigo y... es una lastima.
- Si que lo es, si... Bueno, tranquilo, no te preocupes. Creo que podré prepararte algo ahora. Aun no hemos cerrado la cocina
- Oh, ¿en serio?- digo entusiasmado- Pues... pues, muchísimas gracias Doris, de verdad. No sé que decir.
- No hace falta que digas nada, Jeremy. Ojalá todos los chicos fueran como tú.
Sonrío, sabiendo que es imposible que eso suceda. Me agacho de nuevo y Doris me dice:
- ¡Deja eso, hombre! Las chicas de la limpieza se encargarán. Ve a sentarte a la mesa, anda.
- Gracias, Doris - digo. Me siento con Al y Rob de nuevo, y me echo unas risas hablando de lo que acaba de suceder. Al final no ha sido todo tan malo. Al fin y al cabo, voy a tener una buena cena y no voy a tener que limpiar esos restos. Todo se había vuelto a poner a mí favor, como siempre. Realmente, era un chico afortunado.

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