[Parte1] Capítulo 1: Matt

La vida es una sucesión de momentos en los que te jodes. No quieres estar en esta mierda de internado, y te jodes. El uniforme te está gigante, las mangas te tapan las manos, y te jodes. La gente de tu clase es estúpida, y te jodes. La lección de historia es aburrida, y te jodes. Los listillos de la clase intentan destacar, y te jodes. Son las diez y media de la mañana, y tu petaca está casi vacía, y te jodes. Y así siempre.

Llueve. Probablemente no pueda ir hasta navidades a casa, y me jodo. Miro por la ventana, aburrido. Faltan solamente diez minutos para que acabe la clase, pero parecen eternos. Bostezo, sin preocuparme por disimular. Miro a mi alrededor. Nadie parece darse cuenta. Unos miran con adoración al profesor, otros escriben frenéticamente en sus cuadernos, otros hablan, y el resto está distraído, como yo. Intento localizar nuevas caras entre la gente, y sólo veo una. La del tipo gabacho pedante. Me aburre profundamente, al igual que el resto.

Suena el timbre. La mayoría de los alumnos sale fuera a disfrutar de sus cinco minutos de libertad vigilada. Como ovejas. Algunos se esconderán a fumar en los baños, otros simplemente se sentarán en los bancos a charlar, el grupo de superniñas criticarán los modelitos de gente que pasa, y yo me quedaré en clase. Me echo hacia atrás en la silla, pongo los pies encima de la mesa y me estiro. La espalda me cruje.

Meto la mano en el bolsillo derecho de mi chaqueta hasta que mis dedos topan con algo frío. La petaca. La saco y la observo durante unos instantes. Noto que el gabacho me está mirando, así que me vuelvo y le dedico una sonrisa, como diciéndole ¿gustas?. Aparta la mirada, y la verdad es que me alegra. No me apetecía compartir mi bebida con él.

Doy un par de tragos largos. Mejor tres. La próxima clase es un auténtico peñazo, y a lo mejor dos o tres tragos más me ayudan a soportarla. Me quema un poco la garganta, la cabeza me dá vueltas unos instantes, parpadeo hasta que vuelvo a enfocar las letras de mi libro. Perfecto.

No me entero de qué explican. Son demasiadas palabras, y no tengo ganas de escuchar. Hace demasiado calor, me arden las mejillas, y pienso que lo mejor sería quitarme la chaqueta. Mierda, pienso, cada vez me hace efecto el alcohol más rapido. Una vez leí que cuando eres alcohólico pasa eso, que con beber muy poco te basta. Soy un alcohólico. No puedo reprimir la risa ante esa idea, y se me escapa una carcajada histérica que hace que toda la clase se vuelva hacia mí.

— ¿Qué le parece tan gracioso? Cuéntenos el chiste, y nos reiremos todos.
— Nada, nada...Es solo que...me estaba acordando de una cosa. Perdón.

Hago propósito de no reirme más durante la clase. Creo que me estoy empezando a marear. Miro el reloj, pero no consigo ver bien los números. Que situación tan estúpida, los números se me están rebelando. Malditos rojos. Y otra vez me da la risa, pero esta vez consigo contenerme y nadie me vé, excepto el gabacho, que no deja de mirarme. A lo mejor le gusto. Me tapo la boca para reprimirme. Esa idea es graciosa a la vez que siniestra.

Ha terminado la clase. Todo el mundo se vuelve a ir, esta vez al recreo. No me apetece moverme, además creo que no me sentaría bien hacerlo. Y el suelo no se vé bien, y no me apetece tropezarme para acabar con los piños destrozados, sería lo que me faltaba. Meto la mano en mi bolsillo y termino el contenido de la petaca. A lo mejor eso me sienta bien, y ya empiezo a ver las cosas con más claridad.

Oigo unos pasos que se acercan. El gabacho pedante.

— Oye...¿estás bien?— pregunta, como si le importara algo. Pues claro que estoy bien. Estoy genial. Estoy mejor de lo que probablemente vaya a estar en todo el día.
— Sí — contesto únicamente, mirando por la ventana e ignorándole. Quiero dar por finalizada la conversación, y creo que es bastante evidente. Se hace el silencio durante unos segundos y entonces vuelve a hablar.
— Me llamo Marc y soy de Toulousse — me informa. Pues vale. No me interesaba, ¿por qué se cree que me ha de interesar? Asiento con la cabeza en silencio, me está entrando el sueño. Él se queda de pie junto a mi pupitre, esperando respuesta supongo. Resoplo y finalmente me decido a contestarle.
— Pues qué bien. Yo Matt — me presento, sin ganas de explicar nada mas. No me apetece empezar con el rollo de "soy de aquí y de allá y esto y lo otro" No tengo ganas.
— ¿Y eres de aquí?— insiste. En fin.
— Ahá. Más o menos. Soy de Escocia en realidad — aclaro, aunque no haga falta. Bueno, a lo mejor tener algún amigo no me vendrá mal, digo yo...

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