[Parte1] Capitulo 1: Jeremy

De acuerdo, al principio la vuelta al internado no me hacía especial ilusión. Bueno, mas bien no me hacía ninguna gracia. Volver allí suponía privarme de todos mis vicios. He de reconocer que yo tengo una situación privilegiada, y no me refiero a que mis padres estén podridos de dinero y todo eso (que también). Quiero decir que, los padres pueden ser tan ingenuos… Me basta con una sonrisa impecable, seguir un ridículo protocolo de educación adecuado a cada momento, obedecer las órdenes estrictas, vestir elegantemente y sacar unas notas excelentes (por cierto, sin esfuerzo) para que mis padres me consideren "el hijo ideal". Luego se dedican a ir a sus clubes de polo a hablar maravillas de mí, a colgarse insignias de padres orgullosos y buenos educadores. Y mientras, yo tengo total libertad para hacer lo que me venga en gana. Insisto, lo que me venga en gana.
La vida en Londres era jauja para mí. Me tocaba los pies a placer, salía de fiesta todos los días con mis colegas. Ibamos a juergas que daban de que hablar durante meses. De hecho, las protagonizábamos. Y muchas veces las organizábamos nosotros mismos (aunque esto ya requería un mayor esfuerzo, claro). También me hartaba de follar, las cosas como son. Ninguna chica me oponía resistencia, señalaba a la chavala que me apeteciera y ya era mía. Tan sencillo como eso. Tenia un loft en el centro de la ciudad que me venia de fabula para llevar a mis conquistas, y alli nunca me interrumpian. Me encanta que la vida sea tan fácil. No sé porque a la gente le gusta tanto complicarse, no lo entiendo. Para mi lo mejor era coger mi Ferrari y salir a dar vueltas fuera de Londres, sin rumbo y sin compañía. Iba a toda velocidad, ponía música y bajaba la ventanilla, dejando que el viento me despeinara (mi madre se volvería loca de verme así). Esos momentos en los que nada existía excepto yo y mi coche y el viento, esos momentos, eran lo más valioso para mí. Y lo que más extrañaba en el dichoso internado. Allí no se podía salir mas que en los fines de semana "especiales". No tenía mi Ferrari. No podía follar. No podía salir de juerga. Me sentía como… castrado en todos los aspectos. Limitado, vaya. El internado era muy estricto y no me apetecía jugarme la buena imagen que tenía ante mis padres por algún vicio tonto. No podía arriesgarme. Así que, volver a empezar, como al resto de la humanidad, no me hacía ni puta gracia.
Sin embargo he de reconocer que, cuando pisé el majestuoso hall del que sería mi hogar en los próximos nueve meses, cuando volví a cruzar los pasillos, me sentí el Rey del Mundo. No exagero. Los pasillos estaban atestados de gente, incluso los no-novatos estaban despistados con los cambios de cada curso y todo el mundo iba a lo suyo. Pero cuando yo cruzaba el pasillo mi presencia se notaba. Y vaya que si se notaba. La gente que me admiraba, la inmensa mayoría, o se quedaba mirándome embobada, o hacían esfuerzos por sonreírme y saludarme. Las chicas pestañeaban tanto a mi paso que casi creaban corrientes de aire. Los que no me soportaban me lanzaban miradas de profunda envidia, que solo reflejaban lo corrompidos que debían estar por dentro. No me afectaba. Y luego estaban los que me respetaban, o me tenían miedo, no sé, que trataban de quitarse de en medio como fuera y miraban al suelo azorados. Tenía que reprimirme para no soltar una gran carcajada en aquellos momentos. Ah, que bien me sentía. Todo volvía a ser como antes, nada había cambiado.Volvia a ocupar el trono despues del verano y todo seguia igual. No hacía más que constatarlo. Me habría reído a carcajadas allí mismo, de lo contento que estaba. Si cerraba los ojos, casi podía sentirme como cuando conducía mi coche, con esa vitalidad que no me cabía en el pecho deseando salir. Si, yo era el rey del mundo ¡Vaya si lo era!
Sin embargo, no tenía otra opción que reprimirme. Allí no era cuestión de armar escandaleras, no estaba permitido. Aunque el pasillo estuviera lleno de gente nunca había bullicio. Siempre había que hablar en susurros entre clase y clase, y había incluso vigilantes que rondaban por los pasillos y las aulas. Pero aquello no impedía que yo pudiera sonreír con satisfacción. Iba pensando en las ganas que tenía de ver a mis mejores amigos del internado, Albert y Robert. Ya tenía ganas de planear nuestra primera juerga clandestina, o de reírme de los de primero junto a ellos. Al final hasta los echaba de menos. Aceleré el paso para llegar antes a clase, pero resultó que ellos no fueron los primeros conocidos a los que me topé.
-¡Jeremy!
Me detuve algo turbado por aquel chillido. No podía ser. Si, claro que lo era. Era ella, era inconfundible.
- ¡Ashley!- No podía ser otra. Me giré.
-¡Jeremy, honey, cuanto te he echado de menos!- y me dio los dos besitos de rigor- Chico, que guapo estás.
- Eso no es ninguna novedad,- dije con sinceridad-SOY guapo
- Por supuesto-dijo sonriendo tontamente. Después hubo un incómodo silencio en el que ella esperaba que dijese que ella también estaba espectacular. Yo sabía que quería que se lo dijese y ella sabía que yo lo sabía, pero no abrí la boca por un sencillo motivo. Hacía ya unos años que conocía a Ashley, y sí, he de admitir que al principio me maravilló. Pensé "esta es la típica chica con la que harás buenas migas: guapa, estilosa y popular". Era perfecta. Y en efecto, nos llevábamos muy bien. Pero era TAN obvio que ella tenía segundas intenciones… y he de admitir que, si no hubiera sido por miedo a que nos pillaran, me la habría tirado sin dudarlo, estaba bien buena y tenía estatus, yo no necesitaba más. En fin, era como lógico, algo que todo el mundo esperaba y daba por hecho, incluidos nosotros mismos. Dos y dos son cuatro, el chico más popular se tiene que liar con la chica más popular, ¿no? Pues no. Resulta que me cansé de ella antes de que llegara ese momento, y no me arrepiento de ello, la verdad. No se si fue el timbre de su voz, capaz de perforar los tímpanos de un elefante, o su excesiva zalamería que llegaba a abrumarme. A veces ella disimulaba y se hacía la difícil, intentando darme celos incluso con Al y Rob. Lo intentó todo, pero sin resultados. La pobre chica debe estar bien desconcertada, ya no sabe que hacer para llevarse a la cama al único chico que se le ha resistido hasta ahora (estoy seguro de ello). Y sin embargo sigue insistiendo. ¿No se da cuenta de que, cuanto más desesperada esta ella porque me meta en sus bragas, más ganas tengo de salir corriendo? Cada vez la aguanto menos, todo lo que me dice me entra por un oído y me sale del otro. Pero no tengo otra opción. Ella es la segunda persona más influyente en el internado después de mí, y tengo que llevarme bien con ella, así que lo único que he podido hacer como medida ha sido dejar de piropearla para ver si deja de hacerse ilusiones. Pero ni aun así. Pobre Ashley, siempre ha conseguido todo lo que quería y se cree que conmigo le pasará lo mismo. Si es que los hay que no pillan las indirectas, joder…
- Y que, ¿qué tal ha ido el verano, Ash? -pregunté por darle conversación.
—¡Genial! Estuve en Mallorca, de lo más cool, ¿sabes? Es ideal, me he puesto muy morena, mira, mira — y se levanta el jersey para enseñarme su ombligo en plan seductor. Dios… que patetica es. Con quien se cree que esta tratando, cree que no he visto un ombligo en mi vida? Necesitaria bastante mas que eso para llamar mi atencion.
—Psché, no es para tanto...¿Y tú que tal, Lindsay? — Lindsay es la mejor amiga de Ashley e, intuyo, la persona con mas paciencia del universo. Me da lastima esta chica, siempre detrás de semejane petarda. Ella hace ademán de contestar, pero la plasta de Ashley le corta y vuelve a exigir protagonismo.
—Pobre Lindsay, ha tenido un verano de lo más aburrido en casa su abuela, ¿verdad darling?
—La verdad es que no estuvo tan mal...Al final incluso lo pasé bien— sonríe.
— Ay Lindsay no seas tontina... —le corta de nuevo. Me esta empezando a poner de los nervios, es que no puede ni dejarle hablar? Estoy seguro de que lo que diga su amiga es mil veces mas interesante que su insulsa verborrea—Las playas de Mallorca son fabulosas, Jeremy, deberías haberlas visto, te hubieran gustado.
—Ya he estado miles de veces. Y es aburrido. Ahora, si me disculpáis, chicas, tengo que hacer muchas cosas. — Me escaqueo rapidamente.
— Nos vemos cielo —me dice Ashley y antes de que pueda evitarlo me da dos besos. Dios, que empalagosa es. Cada vez la soporto menos, y me cuesta mas ser amable y mantener las apariencias, pero soy consciente de que es necesario por ahora. No, si ya lo decía mi padre, que la diplomacia es lo más importante. De hecho, es gracias a ella que aquí, sigo siendo el rey.

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