[Parte1] Capítulo 2: Matt

Ya no me preocupo cuando no recuerdo las cosas. Antes, el mínimo lapso de memoria me bastaba para emparanoiarme, para pensar ¿qué habrá pasado? ¿qué cojones habré hecho? Ahora ya no me molesto en pensar esas cosas, simplemente...no recuerdo y ya está. Como esta mañana, exactamente no sé que ha pasado, pero tampoco me preocupa. Pocas veces ocurre aquí algo interesante, y no creo que hoy haya sido la excepción.
La peor parte de todo esto no es el no recordar, si no la resaca. Normalmente, si bebes por la noche aparece al día siguiente, y está mal, pero no tanto. En cambio, si bebes por la mañana, aparece a media tarde, es decir justamente ahora. A la hora de la cena. Esto podría pasar si estuviera en mi casa, con una comida medio decente, podría no quejarme. Pero no con esto. Una especie de puré blanquecino que aseguran que es de patata, y un trozo de carne que prefiero no pensar exactamente a qué bicho pertenecía eso. Me duele muchísimo la cabeza y me están entrando unas crecientes ganas de vomitar. Sé que tengo que comerme eso, no está permitido el dejar comida en el plato, pero sé que si me meto a la boca un pedazo de esa bazofia, no voy a poder contenerme.
Me levanto para ir al baño. Aunque todavía no he probado nada del plato, solo el olor de esa mierda me está poniendo enfermo.Los lavabos están desiertos. Mucho mejor. Al cabo de diez minutos vuelvo a tener el estómago vacío, aunque tampoco había mucho que vaciar, solo un líquido amarillento y amargo. Bilis. Asqueroso, no hay otra palabra. Ojalá tuviera aquí mi cepillo de dientes me lamento. Sólo me queda intentar quitarme el sabor con agua, pero no hay manera. Me miro en el espejo, y tengo cara de todo menos de chavalote de quince años saludable. Qué asco. Últimamente no hago más que vomitar, si no es por una cosa, es por otra. Así no voy a crecer nunca, y eso es bastante patético. Mi madre me compró el maldito uniforme este unas diez tallas mayor con la esperanza de que algún día lo llenara, pero creo que se va a tener que resignar a tener un hijo enano. A decir verdad, desde que estoy aquí he adelgazado,y me queda aún más grande. Es ridículo. Yo soy ridículo, y mi uniforme es ridículo. Ojalá pudiera ponerme mi ropa normal.
Suspiro una última vez antes de abrir la puerta del baño. Este sitio es asqueroso, y no veo la hora de poder irme a casa. Creía que con lo del año pasado había tenido bastante, pero no. Mis padres se empeñaron en que era lo mejor para mí, y que no podía desaprovechar la oportunidad. Una mierda. Todo aquí apesta, los niños de papá, rubios todos ellos, asquerosamente populares, creyéndose de lo más guays sólo por que tienen toda la pasta que les dé la gana. Las niñas monas, rubias también, maquillajas hasta las cejas los fines de semana, intentando acortarse la falda creyéndose sexys. Prefiero dejar de pensar en esto, no me apetece vomitar otra vez.
Un sonido de platos rotos interrumpe mis pensamientos. He chocado con alguien, desde luego mucho más alto que yo, y no he podido evitar caerme para atrás. Un montón de trozos de porcelana y cristal me rodean. Alzo la vista, y veo el perfecto ejemplo de todo lo que se puede odiar en una persona: rubio, arrogante, malcriado y sobre todo, superpopular, Jeremy me contempla desde lo alto con un gesto de desprecio.
—¿Qué coño haces? Podrías mirar por dónde vas, ¿no?
_ Lo siento, no te había visto..._ no sé exactamente que decir. Apoyo la mano en el suelo para levantarme, pero tropiezo con un trozo de cristal y me corto. Qué bien, este es el día perfecto, ¿algo más?
_ ¿Lo sientes? Que lo sientas no va a recoger toda esta mierda.
_ ¿Qué quieres que haga si no? _ sé que debería ser _amable_, sé que llevo todas las de perder, pero me saca de mis casillas, y la herida de la mano me escuece demasiado para andarme con chorradas. Me agarra del cuello del uniforme y me levanta del suelo antes de que pueda hacer nada por evitarlo.
-Te diré algo, pequeñín-dice, remarcando lo de "pequeñin". Sera hijo de puta!-Acabas de arruinar mi cena, así que créeme cuando te digo que el que más lo siente soy yo.
-¡Déjame en paz! - protesto, intentando soltarme y finalmente lo hace. Ya no queda casi gente y lo agradezco, aunque en realidad me da igual si me ven o no, me importa una mierda.
-Será mejor que desaparezcas de mi vista. ¡Ahora!-dice, casi ordenándomelo, y decido que será lo mejor, más que nada, porque podría partirme la cara,y lo sé perfectamente.
-¡Será un gran placer! - le grito, antes de marcharme. Y verdaderamente lo era.